Usos y Costumbres
El agua. Infraestructuras hidráulicas
El oeste cartagenero está sembrado de los tesoros derivados de la larga tradición de sus habitantes de captar y atesorar agua para el uso humano y las labores propias del campo, en una de las zonas de más baja pluviometría de la península ibérica. Un patrimonio etnográfico que se remonta a la época romana, aunque en su mayor parte corresponden a los siglos XVIII, XIX y XX, y que tiene su máximo exponente en las infraestructuras hidráulicas, como los pozos, los aljibes, las balsas y las norias de sangre.
Pozos
La antigua tradición de construcción de pozos para extraer agua del subsuelo está muy extendida por todo el campo de Cartagena y en la zona oeste tenemos varios ejemplos, algunos en muy buen estado de este tipo de infraestructuras.
La construcción de pozos en esta zona implica una excavación en la tierra, cuya profundidad la determina la aparición de las aguas subterráneas. Un vez localizadas se levanta una tronera con piedra y mortero de cal que rodea el agujero y, sobre ésta, se construye un brocal para asegurar las paredes del pozo y evita posibles accidentes. Tradicionalmente, del brocal parten dos pilares sobre los que se coloca una colaña de madera en la que se engancha la polea, que sirve para colocar la cuerda que ayuda a bajar y subir el cubo de agua.
El más conocido es el pozo artesiano de Los Díaz de Canteras, que se encuentra adosado a una vivienda, y cuenta además con un lavadero construido con piedra arenisca procedente de las canteras romanas. Este pozo, al igual que el lavadero, fue completamente restaurado en 2022 a petición de los vecinos de la zona y actualmente está ilustrado con un mural que representa el uso que le daban antiguamente las mujeres para lavar sus ropas.
Aljibes
A diferencia de los pozos, que extraen el agua del subsuelo, los aljibes están diseñados para recoger el agua de la lluvia para almacenarla y poder emplearla posteriormente. Estas construcciones están techadas para impedir tanto la entrada de luz como de la tierra o suciedad del entorno.
Podemos encontrar elementos de este tipo por todo el oeste de Cartagena, ya sea en fincas privadas o en caminos y senderos, algunos de los cuales aún están en uso. Esta profusión se debe a que durante mucho tiempo los aljibes fueron esenciales para la subsistencia de los habitantes de la zona.
Ejemplo de estas construcciones es el de Los Agüeras, un aljibe rebajado con bóveda circular y brocal de planta cuadrada, que se encuentra en muy buen estado de conservación y muy próximo al Molino de Zabala.
Norias de sangre o de tiro
Las norias de sangre se denominan así debido a que para su puesta en marcha es necesaria la tracción de un animal. Su diseño implica la construcción previa de un pozo con un diámetro superior a los tres metros y recubierto de mampostería, sobre el que coloca la máquina. Esta máquina está formada por dos grandes ruedas, una horizontal que se engancha al animal que la hace girar, y otra vertical colocada sobre la boca del pozo que se mueve por la inercia que le proporciona la horizontal. La rueda vertical debe llevar aparejadas unas vasijas adosadas con una cuerda que cuelga hasta el fondo del pozo y sube el agua a la superficie.
Entre estos elementos destaca la Noria de Los Marines, que podemos encontrar en Los Puertos de Santa Bárbara de Abajo, y que es una de las pocas que aún se pueden ver en funcionamiento en toda la Región.
El origen de las norias se remonta a Arquímedes en el siglo III a.C., fue perfeccionado en la época del imperio romano y traído a España por los musulmanes, dotando con ello de un gran esplendor a la agricultura de Al-Ándalus.
Balsas
De todas las construcciones hidráulicas del oeste cartagenero las más antiguas son las balsas, ya que algunas de ellas datan de época romana, como es el caso de las Balsas Romanas de Galifa. Un yacimiento de época tardorrepublicana y altoimperial, cuyos restos se encuentran en el cruce de antiguos cursos fluviales como la rambla de las Linternas y la rambla de El Portús.
Estas dos balsas fueron construidas con mortero de cal y, aunque actualmente se encuentran muy deterioradas, están declaradas como Bien Catalogado por la Dirección General de Cultura desde 2011.
Bastantes años más tarde, a principios del siglo XX, con la llegada a la zona oeste de la compañía inglesa de aguas The Cartagena Mining and Water Corporation Limited se construyeron numerosas infraestructuras hidráulicas cuyo propósito, más que el autoabastecimiento, era la canalización de las aguas hasta Cartagena.
De esta época son los Balsones de los Viveros, dos balsas de unos 5 metros de diámetro y metro y medio de profundidad, que se usaban para abastecer de agua de riego los denominados Pinares del Inglés.
También en las inmediaciones de Galifa podemos encontrar la Balsa de la Torre, que se encuentra en un estado óptimo, o la Balsa-manantial de La Muela, muy conocida por los senderistas que acuden a ella para tratar de eludir los efectos del calor y la sed durante sus caminatas.
El arte milenario de la almadraba
La pesca de almadraba está considerada uno de los métodos más sostenibles y respetuosos con el entorno marino y La Azohía es una de las zonas en las que se sigue practicando. Se lleva a cabo entre los meses de marzo y agosto y de las especies capturadas destacan el atún, el pez limón, la lecha, el emperador, caballa, lacha, golondrina, zarpa o jurel.
Este tipo de pesca consiste en instalar un laberinto de redes orientadas para aprovechar el movimiento de los peces que migran por la zona para el desove. Dependiendo de si las capturas se hacen en un sentido o en otro se la conoce como “almadraba de ida” o “almadraba de vuelta”, lo que determina la especie y la calidad de esta. En el caso de La Azohía es “almadraba de vuelta”.
Las redes pueden permanecer instaladas más de dos meses y son los propios pescadores los que deciden cuándo se lleva a cabo la “levantá”, en la que las rodean con sus barcos y las suben, dejando atrapados a los peces.
Almadraba de La Azohía es una empresa familiar, que fue fundada por Juan Paredes Fernández en 1947 y que se ha encargado de mantener este arte de pesca milenario en las costas cartageneras.
El arte del Bolillo
Las encajeras de bolillo con capaces de crear verdaderas obras de arte empleando esta técnica artesanal de bordado, que cuenta con una gran tradición en las localidades del oeste cartagenero.
Esta técnica, que durante generaciones se ha ido transmitiendo de madres a hijas, consiste en entretejer hilos formando dibujos. Los hilos se encuentran enrollados en las bobinas, aquí llamadas bolillos, para facilitar el manejo. A medida que progresa la labor, el tejido resultante se va sujetando con alfileres clavados en una almohadilla denominada mundillo.
Hoy en día, el encaje de bolillo ya no sólo es empleado para pasamanería de manteles y sábanas, sino que con él se elaboran todo tipo de complementos que van desde vestidos, a fundas de gafas, bolsos, abanicos y abalorios.
En la actualidad estas bordadoras han constituido distintas asociaciones en la zona oeste, que periódicamente realizan encuentros para mostrar sus trabajos. Entre las más numerosas están las de Perín, Galifa, Los Puertos de Santa Bárbara y Molinos Marfagones.
Los Bolos Cartageneros
La práctica de los Bolos Cartageneros se remonta a principios del siglo XVI, aunque no fue hasta finales del siglo XIX cuando se establecieron sus reglas de forma oficial. La Federación de Bolos Cartageneros fue fundada en 2017 con Diego Segovia y David José Alonso como sus primeros presidentes.
Para jugar es necesaria una bola totalmente esférica y tradicionalmente hecha de madera de jinjolero. Los nueve bolos tienen forma cilíndrica, son muy finos, también se elaboran con madera de jinjolero y están rematados con un pequeño rebaje.
En lo referente al terreno de juego, debe de ser plano, con tierra dura y completamente libre de obstáculos. Estos espacios se dividen en tres zonas diferenciadas que son la de lanzamiento, la de los bolos y la del birlaero.
Los deportes de masas como el fútbol dejaron de lado este juego poniendo en riesgo su continuidad, dado que la mayor parte de sus participantes superan los 50 años. Para evitar su desaparición, los vecinos de la zona oeste llevan varios años desarrollando el proyecto ‘Pasando la bola’, para formar a los más pequeños en este juego. Además, la Federación ha promovido recientemente una iniciativa para incluir los Bolos Cartageneros como unidad didáctica en centros de Primaria y Secundaria del municipio.
En qué consiste:
Cada uno de los dos equipos participantes ha de contar con siete jugadores y cada partido, que consta de 22 juegos, está dividido a su vez en dos partidas. Es obligatorio iniciar el partido con una jugada denominada “mande de copas”, que consiste en lanzar a escasos centímetros del primer bolo y que debe realizar el equipo visitante. El vencedor será el equipo de logre ganar dos partidas y para ello deberá anotarse seis juegos en cada una.
Cuadrillas
Los grupos folklóricos denominados Cuadrillas son conjuntos musicales cuya tradición está muy arraigada en todo el campo de Cartagena. Aunque actúan durante todo el año en la celebración de romerías, misas y fiestas, su actividad se intensifica especialmente durante la Navidad, por lo que se las conoce como Cuadrillas de Pascua. De hecho, la parte más importante de su repertorio musical es el “aguilando” o “aguinaldo”, pieza navideña que toma su nombre de la tradicional dádiva de Navidad.
En la zona oeste destacan las cuadrillas de Galifa, Islas Plana, Perín, Las Balsicas y Tallante. Al tratarse de una tradición oral, aprendida de los mayores, los músicos de cuadrillas reiteran los mismos ritos, repitiendo cantos y sones de antaño, por lo que cuentan con un rico y variado repertorio en el que emplean distintos instrumentos como guitarras, laudes, bandurrias, violín, postizas, panderetas e incluso antiguas botellas de anís.
Los encuentros de cuadrillas, en los que se dan cita muchos de estos grupos folklóricos, se han convertido en un atractivo más de las festividades de los pueblos del campo de Cartagena.
Esparto: usos y recolección
La tradición de emplear esparto para la elaboración de útiles se remonta a miles de años. De hecho, los trenzados más antiguos datados de este material tienen unos 12.700 años. Ya en periodo histórico, el esparto hispánico era muy apreciado para la elaboración de sogas y cordelería en los navíos que surcaban el Mediterráneo. Durante todo este tiempo, las técnicas de trabajo del esparto han variado muy poco.
El esparto fue esencial también como recurso auxiliar en toda la minería romana en el sureste ibérico, ya que se empleaba también para la elaboración de capazos de minería, gorros de mineros, cantimploras, etc. Las principales zonas productoras han sido el sureste de la península ibérica, conocido como Campus Spartarius durante el Imperio Romano.
Para los árabes de Al-Andalus, el esparto, llamado en árabe "halfa", siguió siendo un producto forestal de primer orden, importancia que mantuvo durante toda la Edad Media y Moderna, en la que se empleaba en cordelería, elaboración de pasta de papel, tejidos tipo pana, estopas para escayolas, xerojardinería y artesanías, especialmente cestería.
La producción de esparto en la zona oeste de Cartagena alcanza su mayor auge durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX debido a la gran demanda, tanto en el interior de la península como en el exterior, propiciado especialmente por su uso en la industria papelera inglesa. Así, durante los años 40 tiene lugar un periodo dorado del esparto en los que se produce una fuerte revalorización de esta fibra.
El declive del esparto llegó a partir de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, momento en el que la aparición de los plásticos y la importación de otras fibras como el yute supuso la caída en picado de la explotación del esparto. A pesar de esto, muchos de los útiles elaborados por los artesanos del esparto durante aquella época dorada aún se conservan en la actualidad.
En la actualidad hay en marcha proyectos como ‘Spartaria’, encaminado a potenciar la industria del esparto en la zona oeste y que incluye la plantación experimental en los entornos forestales de Tallante, Perín y la sierra de La Muela.
Por su parte, los vecinos de estas localidades hacen un importante esfuerzo para transmitir el arte del trenzado de esparto a los más jóvenes y evitar que el encomiable trabajo de los antiguos artesanos caiga en el olvido participando periódicamente en talleres de esparto.
Elaboración del esparto
La recolección de esta fibra se lleva cabo en los meses de verano y para ello se emplea un bastoncillo terminado en una pequeña porra, llamado palillo, talí o talisa, que sirve para arrancarlo y sobre el que se enrollan los extremos de los espartos, de manera que con un fuerte tirón se extrae un manojo de esparto. Así hasta completar un manojo de más o menos 1,5 kg llamado maña o manada. Luego se extiende al sol. Este esparto sin trabajar se conoce como "esparto crudo", y se puede emplear si se humedece de nuevo.
Posteriormente, se sumerge en balsas para su cocido o enriado. Tras un mes de fermentación, se extrae de las balsas y se pone a secar de nuevo. Una vez seco, se pica para soltar las fibras, obteniéndose el esparto conocido como "esparto picado" que, una vez rastrillado da lugar al "esparto textil".
Sus hojas filiformes, duras y tenaces, enrolladas cilíndricamente, se usan como fuente de fibras para la industria papelera. Los papeles resultantes muestran buena formación, alta opacidad, volumen específico, buena porosidad y estabilidad dimensional frente a los cambios de humedad. Estas propiedades lo hacen muy apreciado en billetes de papel. Grandes marcas comerciales lo prefieren en sus envolturas de cigarros. Es la fibra de impresión por excelencia.
Con los viejos espartos que quedan bajo la atocha se hacían antorchas, llamadas hachos en todo el sureste ibérico, así como colmenas. Para terminar, la espiga o atochín se usaba para hacer escobas con las que se barría la chimenea.
El arte de la Jábega en El Portús
El Portús arrastra una larga tradición marinera que durante muchos años incluía una práctica de pesca, ahora prohibida, denominada Jábega. Para la pesca con jábega empleaban una red de hasta 150 metros de largo, que tenía en el centro o copo una malla más estrecha de unos 20 metros. La parte superior de la red estaba bordeada con una cuerda con corchos para que flotara y, la parte inferior, con plomos para que arrastrara el fondo.
La red de echaba desde una embarcación, quedando las puntas en tierra y, una vez colocada en forma de cerco, los pescadores iniciaban el arrastre desde tierra empleando las trallas que llevaban puestas en bandolera, hasta que el copo llegase a la orilla con todo el pescado agrupado.
La prohibición de este tipo de pesca se debe a que con el arrastre de la red también se esquilmaban los fondos marinos.
En su esfuerzo por preservar las tradiciones ancestrales de sus antepasados, los vecinos de El Portús llevan 15 años celebrando una jornada llamada ‘Portusium Jábega’, en la que recrean la cala y recogida de la jábega.
De esta forma, ataviados con los ropajes marineros típicos de principios del siglo pasado, los vecinos hacen una representación de este arte pesquero cada mes de agosto. Una vez terminada la recreación, el pescado recogido es devuelto al mar con vida y los participantes ofrecen una degustación de uno de los tesoros de la gastronomía de la zona, el caldero.
Museo Etnográfico
Museo Etnográfico de los Puertos de Santa Bárbara
En Los Puertos de Santa Bárbara podemos encontrar uno de los museos más singulares del municipio, que nos ofrece la posibilidad de viajar al pasado de estas zonas rurales y descubrir las tradiciones y costumbres típicas de la vida en el campo durante los siglos XIX y XX.
El Museo Etnográfico se construyó en 2002 en una zona de especial interés natural en la que destaca el paraje del Humedal del Puerto Judío, un nacimiento de agua que tuvo una gran importancia a finales del siglo XIX y que se enmarcaba en el proyecto de la Sociedad de Aguas de Santa Bárbara.
Para su puesta en marcha, los vecinos donaron más de 1.000 objetos que dieron contenido a este museo, de los cuales hay actualmente expuestos cerca de 300, entre muebles, ajuares, juguetes, libros, útiles de esparto, utensilios de costura o apeos de labranza.
En julio de 2020 el museo volvió a abrir sus puertas tras una remodelación en la que se produjo una ampliación del espacio expositivo, la catalogación de todas y cada una de las más de 1.000 piezas donadas por los vecinos de la zona y la instalación de paneles interactivos para guiar al visitante. Además, este recorrido fue dividido en cinco áreas diferentes que se denominaron localización, actividad económica, esparto, vida doméstica y cultura en el mundo rural.
En el exterior de la edificación tenemos la Porchá, un porche cubierto para carruajes, en el que se encuentran dos carros, unos trillos y un antiguo pesebre, que por sus grandes dimensiones no se pueden colocar en el interior del Museo.
A escasos 100 metros vemos la Noria de Los Marines, construida en 1860 y remodelada en el siglo XX. Se trata de la única noria de sangre que, gracias a los cuidados de un vecino de la zona y a la fuerza de la burra Platera, sigue en funcionamiento en esta diputación y que se emplea para la extracción de agua de riego.
Muy próximo al museo tenemos también el Conjunto Escénico de Los Puertos, obra del arquitecto Martín Lejarraga, que recrea escenas tradicionales de la vida rural y fue galardonado en 2013 con una mención especial del jurado de los premios Architizer A+.
Construcciones de Piedra Seca
El paisaje de la zona oeste no se puede entender sin la presencia de los bancales aterrazados, construidos mediante la técnica artesanal de la piedra seca o pedriza. Se trata de un método, cuyo origen se remonta a la Prehistoria, que utiliza la piedra como único material para levantar muros, sin emplear ni mortero ni argamasa.
El uso de la piedra seca se popularizó especialmente entre agricultores y ganaderos, para construir refugios, tanto de ganado como de los propios pastores, márgenes de fincas, brocales de aljibes y pozos o muros de contención de senderos.
Esta técnica está en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO desde diciembre de 2019 y en 2022 la Comunidad Autónoma inició el proceso para declararla Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter inmaterial.
El Museo Etnográfico de Los Puertos de Santa Bárbara de Abajo acogió en 2021 y 2023 las Jornadas Nacionales sobre Piedra Seca, en las que, además de charlas sobre esta materia y talleres prácticos para aprender a utilizarla, se incluían visitas guiadas por el Alto de las Cutendas, el humedal del Puerto Judío y la rambla de Los Malacates, donde podemos encontrar grandes ejemplos de estos muros.
Estas jornadas, así como la declaración de BIC, tienen el doble objetivo de garantizar la conservación de las construcciones de este tipo que ya existen en el oeste cartagenero, y de transmitir estos conocimientos a generaciones más jóvenes para evitar que caigan en el olvido.
Romería del Cañar
Organizada por la Federación de Asociaciones de Vecinos, con la colaboración de las juntas vecinales de Isla Plana, Tallante, Rincón de Sumiedo y El Cañar, el domingo día 13 de enero, tendrá lugar la tradicional Romería del Cañar, en honor de la Virgen de la Luz.
Cientos de romeros sacarán, un año más, en procesión a la Virgen de la Luz por el paraje natural de la Sierra de la Muela.
Las actividades se iniciarán darán comienzo a las 8:30 de la mañana con una misa en la iglesia de Tallante y la salida de la Virgen en romería será a las 9:30, que irá acompañada durante el trayecto de cantos de las cuadrillas.
Habrá bailes y actuaciones de las cuadrillas durante todo el día además de la degustación de chocolate con bollos por la mañana y merienda.
El origen de la advocación a la Virgen de la Luz y por ende esta romería, se encuentra en una leyenda sobre un pastor que llevaba a abrevar a su ganado a la fuente del Cañar y al que se le apareció bajo un fuerte resplandor la Virgen y le pidió que se levantara en el lugar una ermita para su culto.
La conocida hoy como ermita vieja está situada un lugar frondoso de la Rambla, a los pies de Peñasblancas, datándose su existencia en la segunda mitad del siglo XVII.
Naturaleza, tradición al ritmo de las cuadrillas, gastronomía y, sobre todo, mucha fe para honrar a la Virgen de la Luz en la romería del Cañar, cuyo origen se remonta al siglo XVII. Los vecinos de la zona oeste vivieron este domingo una completa jornada de convivencia, a la que cada vez asisten más foráneos atraídos por las arraigadas costumbres y la belleza del paraje natural de la Sierra de la Muela.
El frío no impidió que cientos de romeros acompañaran a la Virgen de la Luz en su camino desde Tallante al Cañar para pedirle «salud y trabajo» y agradecerle «la protección» recibida. «Apenas puedo caminar, pero si no vengo a verla y a rezarle mis plegarias no me quedo a gusto. Parece que me falta algo. Siempre que sale, el pueblo entero está precioso, como si nos diera su bendición», dijo la vecina de Tallante Valentina Esparza. «Venimos a devolverle las fuerzas que nos da para seguir adelante todo el año», añadió su marido, Fulgencio Soto.
La intensa jornada comenzó a las ocho de la mañana con una misa en la iglesia de Tallante, desde donde partió la romería hasta la ermita del Rincón de Sumiedo, y de ahí a la ermita del Cañar. Antes, y para entrar en calor en una fría mañana, las asociaciones vecinales repartieron bollos con chocolate entre los asistentes. La romería del Cañar está organizada por la Federación de Asociaciones de Vecinos, en colaboración con las juntas vecinales de Perín e Isla Plana, las asociaciones de Tallante e Isla Plana y el Ayuntamiento de Cartagena.
A mediodía hubo una misa junto a la rambla. Ya por la tarde, tuvo lugar el cante de la Salve en la plaza de la iglesia de Tallante. El trono fue acompañado por la cuadrilla local, que hizo paradas en las puertas de las viviendas que señalan el recorrido entre la singular vegetación para regalarles sus aguilandos, o música del Campo de Cartagena. La actuación del resto de cuadrillas fue sobre las 12 horas. «Esta música nos recuerda quiénes somos. Es la expresión de nuestra identidad», comentó una de las asistentes de Perín, Maribel García.
El primer domingo del nuevo año es la fecha elegida para la jornada en torno a la Virgen de la Luz que organiza la Favcac en colaboración con las juntas vecinales de Perín e Isla Plana y de las asociaciones de vecinos de Tallante e Isla Plana. Comenzará en la iglesia de Tallante, continuará por Rincón de Sumiedo y culminará junto a los restos de la antigua ermita en una jornada de popular convivencia con misa y cante de cuadrillas.
Trovos
Los primeros ejemplos de trovo o poesía improvisada de las que se tiene conocimiento en las zonas rurales de Cartagena datan de mediados del siglo XIX. Consisten principalmente en controversias dialécticas en verso, estructuradas en cuartetas, quintillas y décimas espinelas.
El trovo puede ser cantado directamente por el propio trovero o por un cantaor al que el autor le susurra los versos al oído. La zona oeste del municipio destaca también por su tradición trovera, así como por las numerosas iniciativas propuestas para asegurar la supervivencia de este bien inmaterial, de la mano de la Asociación Trovera José María Marín. De esta forma, en distintas localidades de la zona oeste como en La Magdalena, Galifa o Perín se han desarrollado talleres de trovo, encaminados a mantener viva la poesía improvisada e incorporar nuevos talentos a su práctica.
Igualmente importante es la celebración de las llamadas veladas troveras e incluso de la creación en 2003 del festival Trovalia, heredero del antiguo Certamen Nacional de Trovo, que cada mes de agosto reúne a improvisadores y repentistas, tanto de otros lugares de España como del mundo.
Este tipo de improvisación tiene distintas modalidades como la ya mencionada controversia, en la que dos troveros luchan en verso; la glosa del trovo, que consiste en hacer una cuarteta y glosar su contenido con cuatro quintillas; el verso alterno o cortado, en el que dos o más troveros van creando quintillas improvisadas; piropos troveros, dedicados a personas concretas; décimas a pie forzado, en las que el público aporta un verso octosílabo y el trovero repentiza una décima que ha de concluir con el verso propuesto, y las décimas encadenadas, donde los troveros compiten improvisando décimas que deben comenzar con el último verso del participante anterior.